Buenos Aires
 

La hazaña de un veterinario trasplantado dos veces que escaló el Lanín

Un testimonio de fortaleza y valentía cuando la adversidad sorprende en el momento más inesperado

La perseverancia se impuso ante todo. También, a la enfermedad. Y se volvió tan sólida que le permitió cosechar en poco tiempo grandes logros, de esos para los que inicialmente muchos no se sienten preparados.
De ese conjunto de experiencias dignas de imitar, la última sobresale con fuerza sin pedir permiso: hacer cumbre en el Lanín para promocionar la donación de órganos y dar cuenta de la alta calidad de vida que tienen las personas trasplantadas.

Roberto Onreita lo sabe. Su combate se puso en marcha en el 2005, apenas los médicos le diagnosticaron una falla hepática y le comunicaron que necesitaba ser operado. Enseguida, entró en emergencia y su nombre apareció en la lista de urgencia del Incucai. El órgano tardó pocos días en llegar y pudo superar pronto el traspié. "Salió todo muy bien y muy rápido. Al mes ya estaba trabajando. Me sentía bárbaro", señaló a LA NACION durante una entrevista.
Por ese entonces, tenía 35 años y estaba en pareja con quien hoy es su mujer. Según recuerda, ella se convirtió en un sostén clave durante su recuperación, al igual que un amigo de su Rauch natal que se mantuvo siempre cerca.
Pero unos meses más tarde, el destino volvió a desafiarlo cuando unos estudios arrojaron que padecía cáncer linfático y que la enfermedad había afectado el trasplante anterior. En esa oportunidad la espera se prolongó más de lo previsto y transcurrieron seis meses hasta que, cumplidas las sesiones de quimioterapia, fue sometido con éxito a otra intervención.
De a poco, Roberto volvía a ser el de siempre, dedicado al cuidado de animales desde hace 20 años. También, empezaba a cultivar otras prácticas, ajenas a su rutina, como los ejercicios físicos que aceleraban la rehabilitación. Durante esa búsqueda encontró en el deporte un cable a tierra y con él nuevos amigos que hoy se convirtieron en compañeros de aventuras como la del Lanín.

¿Qué significa el deporte en tu vida? Roberto no dudó al responder y aseguró a LA NACION que empezar a entrenar marcó una etapa de cambio. El ascenso de 3776 metros por el volcán en la provincia de Neuquén, junto a otros tres trasplantados -las rionegrinas Rosaura Escudero y Teresa Paniceres, y el bonaerense Mariano Spinelli- acredita de alguna manera esa transición.
El vértigo de una hazaña
Después de participar de los juegos mundiales para trasplantados en Suecia, este hombre de 42 años y padre de dos hijos, se planteó un nuevo reto: escalar el Lanín para generar conciencia sobre la donación de órganos desde el lugar de protagonista.
De regreso a Rauch comenzó un exigente entrenamiento de seis meses y seis días a la semana que incluía natación, caminatas con un peso de 15 kilos dentro de una mochila, trote y bicicleta.
"Dividía la semana en tres días para nadar y otros tres para el resto de los ejercicios. Había que fortalecer las piernas. No había hecho nada de eso antes", contó al recordar su jornada que se extendía por la noche, entre las 20 y las 22, cuando salía de la veterinaria.
"En la cumbre se me vino a la mente toda mi historia y empecé a llorar"

Pese a la preparación y la dedicación exclusiva del equipo durante los meses previos, la experiencia no resultó una tarea fácil. La ausencia de nieve de mediados de enero puso al descubierto las irregulares piedras de la ladera del volcán y complicó la subida. "El primer día caminamos cinco horas y media hasta un refugio, descansamos un rato y, a las 3 de la mañana hicimos el trecho más largo: ocho horas y media de ascenso sin parar hasta la cumbre", relató reflejando el cansancio que significaron esos tramos.
No obstante, sin dudas, el momento más emocionante de la hazaña llegó cuando los integrantes de la aventura desplegaron en la cumbre las banderas de la campaña solidaria. "De repente se me vino a la mente toda la historia, la mía y la que compartí con los demás. Empezamos a llorar y a abrazarnos. Fue muy fuerte", concluyó entusiasmado..
Incansable. Roberto no agotó su esfuerzo con el ascenso del Lanín. Por eso, ahora, sigue entrenando para competir en noviembre en los juegos latinoamericanos y argentinos de trasplantados. El mensaje es el mismo, pero se renueva y adquiere otros matices. Quiere mostrarle al mundo que donar es sinónimo de dar vida y brindar a otros una nueva oportunidad.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1448968-la-hazana-de-un-veterinario-trasplantado-que-escalo-el-lanin

 

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